lunes, 24 de enero de 2011

Qué más da

Mientras abotonaba su camisa, de abajo hacia arriba como se había acostumbrado, a pesar de que los estudiosos recomiendan que sea de arriba hacia abajo para no equivocarse y ahorrar tiempo, se quedó pensando y detuvo sus dedos presurosos.

-Es la primera vez que estoy con alguien como tú- dijo mirando a la pared y de espaldas a la cama.
-¿Es la primera vez que estás con una puta? -reviró ella, que descansaba aún entre las sábanas.
-¿Eso eres?
-¿Prefieres que me diga sexoservidora?
-No sé.
-Nunca saben. ¿Así que la primera vez?
-Sí.
-¿Y?, ¿te gustó?
-No sé. Bueno, sí. Fue diferente. ¿Llevas mucho tiempo en el negocio?

Inmediatamente recordó su escuela secundaria, los sicomoros que daban sombras para enamorados en el parque de su barrio, esas primeras caricias que la hicieron apretar las piernas y luego aflojarlas junto con todo el cuerpo, los primeros regalos bonitos que el dinero compraba y después el dinero bonito que compraba los regalos y, finalmente, los golpes y amenazas de aquél hijo de su puta madre que empezó a comerciar con sus mieles rentándola a veces como simple baño y a veces como accesorio de lujo para fiestas de ocasión.

-¿Hace alguna diferencia que te lo diga?
-Supongo que no -dijo mientras terminaba de fajar su camisa en el pantalón. -Más bien es el morbo de saber cómo empezaste, si el hambre te ahorcó la voluntad, si fuiste abandonada y no tuviste otras oportunidades; yo que sé, esas historias que uno escucha o ve en las películas.

Ella lo miró con sus ojos grandes y redondos. Lo miró directo a las pupilas.

-Oh, un biógrafo, qué bien. Pues, ¿qué más da? El hambre, las telenovelas, los comerciales de botas y bolsos de piel, el gobierno, las maquiladoras, las estaciones del año, las de la radio, la policía o los noticieros. ¿Qué más da? De todas formas tú dices “alguien como tú” de mí. ¿Qué más da si dejé la secundaria a la mitad o fui a la universidad? ¿Qué más da si luego continúas con tu censo y me preguntas si me gusta lo que hago? ¿Importa si soy un frondoso cerezo o un durazno seco? ¿Qué más da si tú eres casado o soltero, si te sientes solo o crees que necesitas más, si vuelves o no vuelves? Qué más da -terminó, mirándolo con franqueza-.

-Tampoco es para que te pongas elocuente. ¿Ya te pagué?
-Imbécil, ni que estuvieras en una tienda de abarrotes para preguntar babosadas- le dijo, dibujando una sonrisa amistosa.

Él había escuchado todo con su mano derecha puesta en la perilla de la puerta de la recámara de la casa de putas.

lunes, 17 de enero de 2011

Ya quiere su agua

La presión sanguínea fue disminuyendo de manera dramática y al final un sonido agudo y continuo anunció que entraba al mundo de los recuerdos. Su marido había sido retirado y esperaba en una salita azul con una mesa negra sosteniendo un florero amarillo con forma de pera, la misma salita donde siempre los familiares de los enfermos reciben noticias fúnebres.

La mató un choque anafiláctico que le produjo la administración negligente de penicilina. Nadie se preguntó por sus alergias; finalmente, los jodidos no deberían darse esos lujos.

Su hombre realizó todos los trámites mortuorios con la parsimonia de una vaca que toma el sol al mediodía. No se tomó el tiempo de reclamar que la estupidez haya matado a su esposa. Al día siguiente se llevó el cuerpo frío y en una caja de madera que le regalaron unas monjas de buena voluntad. La enterraron en la loma seca y sin mayor encanto que el de servir de panteón a su ejido, asistieron unos pocos indios y las mujeres de la comunidad.

Volvió a su casa, con sus dos hijas pequeñas y durmió durante dos días con sus noches. Al despertar, se dirigió con pasos aletargados y el sopor de mayo sobre su cabeza hasta su parcela. Miró los ansiosos surcos de la tierra y dijo: ya quiere su agua.