miércoles, 3 de noviembre de 2010

El último corte

El sonido del motor de aquél endemoniado camión era un rugir de bestia indomable que dejaba a la madrugada sin su serenidad natural. Y era lo mismo todos los días. Juan Ignacio bajaba con su mocha en la mano derecha, el galón lleno de agua, tapado con un pedazo de hule y una liga, colgando del hombro izquierdo, la cabeza cubierta del fresco matinal con la misma sudadera color marrón de siempre. Bajaba solo, con los pasos al unísono de los demás cortadores, que ni siquiera se saludaban unos a otros –no eran horas apropiadas para saludarse, las cinco de la mañana-. Subirse al camión era la siguiente parte del rito matutino esa época del año. Y después, ya hacinados en la plancha trasera convertida en una jaula adecuada apenas para cerdos, venía lo que Juan Ignacio no conocía de cada día: el lugar del trabajo.

Esa mañana fueron a unos campos bastante cerca del rancho, así que llegaron tan temprano que el crujir y el humo de las hojas dejaba saber que sería una jornada caliente desde el inicio. Le tocó a Juan Ignacio un buen corte, con surcos derechos y las cañas bien erguidas. En seis horas, el sudor, la ceniza, el escozor que infligió la mocha en su mano derecha y los oídos retumbando dejaron al hombre aquél deseando que fuera el día siguiente, ya por fin, el día siguiente. Avanzó casi treinta varas ese día, bastante más que la mayoría de los cortadores y también que él mismo en el común de los días. Ese día no bebió con los compañeros, como casi todos los días. Se fue temprano con su esposa y su hija. Tampoco gritó ni dio portazos. Ni durmió, se quedó ahogado entre la calma de la noche y la agitación de su tristeza.

La otra mañana Juan Ignacio tomó, con otros cuatro y con otros tantos que salían de aquellas tierras amargas, otro camión que iba en otra dirección; mucho más al norte. A tierras engañosas.

6 comentarios:

  1. Lo que más me gusta de tus redacciones es la descripción. Me haces sentir como si yo fuera Don Ignacio, nada más que yo al llegar a casa hubiera besado a mi esposa y abrazado a mi hija (hipotéticamente).

    Me encantó, aunque es triste seguir una rutina. Lástima que muchos somos esclavos de ella, del sistema y del compromiso de aportar algo al mundo, a nosotros y a nuestras casas.

    Te saludo, mucho. Besasos varios. :)

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  2. Hola! a mi me encanta como escribe, me pone de buen humor antes de ir al trabajo, aunque a veces hable de cosas tristes...
    Le mando un abrazo, por acá no lo olvidamos.

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  3. Chuyito como siempre me sorprendes mucho con tus escritos es muy bueno mil gracias por dejarme conocerte te quiero cabron...

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  4. Esa manera tuya de confrontarnos con la parte dura de lo cotidiano. Con esa parte que no queremos ver, pero que también es realidad y sueño al mismo tiempo; que le da forma a vidas y a ideas, y que a final de cuentas, de forma callada, también se va escribiendo en historias silenciosas. Qué bueno que tú les das voz. Abrazo.

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  5. El sabor agridulce que provoca el empezar "una nueva vida". La necesidad, la angustia, los apegos... ¿Sabes? Adoro tus letras, Jesús. Tienes un don limpio para hacer bellas fotografías escritas.

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