Eran ya sesenta y dos años, ásperos y ridículos desde el primer día que doña Lirio existió en profunda lacería. Desde aquél fatal y estúpido voto de convertirse en virgen por segunda vez y vivir como maldita toda su vida, con una trémula pero suficiente convicción de que la dicha no era su camino.
Sesenta y dos años desde que despertó con él a su derecha, escondidos en un jacal por la falda del cerro que dejaba el rancho en la penumbra hasta bien entrada la mañana, ocultos donde se terminaban los cañaverales y podían retozar y buscar las huellas del tiempo en el cuerpo del otro; tuvo conciencia de estar plácida y con el pecho descubierto, sin verlo dormir y haciendo cuentas de la hora que sería y lo que faltaría para que la luz los reanimara. Media hora estuvo así, cuando le vino desde el mismo infierno un apretujón en los riñones, que la hizo arquear la espalda para estirarlos. Tras unos minutos más, cuando su enamorado despertaba entre mojando los labios y tragando saliva, deseoso por admirar aquel veraniego vientre y extendía la mano para rozarlo, ella lo miró con unos ojos de tecolote y pronunció carente de toda emoción su propia condena: “tengo el corazón seco”. Se cubrió el pecho y giró hacia el lado de su sequedad.
Sesenta y dos años que fue conocida como un Lirio seco.
Hola Chuyito sabes que me encanto el lirio seco, espero y sigas compartiendo toda la riqueza te quiero un chingo, no se porque seguro porque eres facil de amar!! beso me debes mi pizza no lo olvides
ResponderEliminarPaz Moya
por dios...pobre mujer..
ResponderEliminarSigo esperando la segunda parte de Cecilio!!
Un abrazote que tengas muy buen fin..
Marissa
Pfff. Encantador.
ResponderEliminarPobre, una mujer con el corazón seco ya no es mujer.
ResponderEliminarEncantada de leerte por todos lados...
Me encanta leerte.
ResponderEliminarUna observación: "aquél fatal...", en este caso, aquel es sin tilde.
Saludos.