Las ruedas de la bicicleta en que andaba con tanta soltura María Eugenia habían descubierto y aplanado un buen camino de bajada desde la loma en que se encontraba la escuela hasta el arroyo que anunciaba la llegada a casa de su tía Cleotilde, la casa de los naranjos.
Todos los días salía la pequeña con su mochila de cuero a la espalda, se quitaba zapatos y calcetines, desfajaba su blusa, pisaba el pedal izquierdo y montaba la bicicleta mientras echaba a andar, como lo hacen los carteros en las ciudades, o al menos así le habían contado. La bajada no tenía muchos accidentes ni curvas, de tal manera que el ímpetu de su cuerpo acompañando la bicicleta cobrado luego del descenso requería buen manejo de los cuernos y mejores frenos para las emergencias, como la de esa tarde.
Tras bajar la loma, doblando un poco a la derecha quedaba el puentecillo de poco menos de medio metro de ancho que habían construido los hijos de doña Cleotilde para no tener que rodear hasta el puente para pasar con camionetas. María Eugenia se había hecho muy hábil pasando a toda velocidad el puentecillo, apretando bien las manos y mirando solo al frente.
Ocurrió lamentablemente para la niña que el perrito blanco de doña Camelia, la catequista, había sido expulsado de casa a reatazos tras ser sorprendido evacuando sus residuos en la fosa de un ave del paraíso, cuestión imperdonable en aquella pulcra vivienda. El perrito salió a perderse y muy extraviado andaba para querer cruzar el puentecillo de madera que lo llevaría a casa de doña Cleotilde y luego a ninguna parte.
Un metro y medio había atravesado la infeliz mascota cuando María Eugenia lo vio justo frente a su rueda delantera, que viró violentamente a la izquierda mientras pegaba la chiquilla tremendo grito que puso a correr despavorido al perro.
María Eugenia cayó al arroyo esa tarde, y por echar a perder los libros y enlodar el uniforme fue azotada con una jara del arroyo. Al perrito blanco nadie lo vio nunca más.
+1000.
ResponderEliminarMe ha gustado bastante, me tomaré la libertad de husmear entre tus cuentos.
ResponderEliminarSaludos
Espero no os moleste que copie su cuento para mi pequeño blog. Con los respectivos créditos, claro.
ResponderEliminarNo me molesta en absoluto. Al contrario, agradezco el gesto. Saludos.
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